JAVIER VALLE RIESTRA

Artículos escritos por el brillante Jurista Javier VALLE-RIESTRA GONZALES OLAECHEA.

lunes, 11 de junio de 2007

El Senado funcional

Durante los años que le quedan teóricamente a este Congreso unicameral –experimento frankesteniano del fujimorismo– se acentuará el desprestigio del Parlamento como institución. Por eso yo proponía restaurar hoy a los senadores disueltos el cinco de abril de 1992 para que ad honorem desempeñen sus funciones, reemplazando a los muertos (L.A.S., Ulloa, Polar, Ramos Alva, Del Prado) con los accesitarios. Eso sería un desarrollo del Art. 307 de la Constitución de 1979 que autoriza a cualquier ciudadano investido o no de autoridad a restaurar la magna lex en caso de profanación o de golpe de Estado. Pero es obvio que no va a prosperar mi tesis.

Entonces, viene la pregunta: ¿Cómo debe ser ese Senado? Evidentemente que no puede tener el mismo origen electoral ni las mismas atribuciones que la Cámara Baja.

Concibo un Senado funcional mediante sufragio gremial y profesional, tal como se proyectó en 1931. Uno de los grandes debates del siglo XIX fue protagonizado por el brillante reaccionario Bartolomé Herrera, presidente del Congreso Constituyente de 1860 y Obispo de Arequipa.

Defendía contra los Gálvez, grandes liberales, la tesis de la soberanía de la inteligencia. Se enfrentaba así a la irrecusable doctrina de la soberanía popular.

El Senado –sostenía visionariamente Herrera en su proyecto constitucional autoritario– era corporativo y funcional, se componía de treinta miembros, tres por cada una de las diez carreras siguientes: la carrera política (ministros de Estado, ministros diplomáticos, prefectos, oficiales mayores); la carrera de Hacienda (jefes de oficina en ese ramo, incluyendo los de correo); la magistratura; el clero; el Ejército y la Marina (de coroneles para arriba); la carrera parlamentaria (los que hubiesen sido representantes tres veces o hubieran concurrido a tres legislaturas); las profesiones científicas; los propietarios de predios rústicos y urbanos; los mineros y los comerciantes con capital mayor a 200,000 pesos.

En el Congreso Constituyente de 1931 prevaleció la tesis del unicameralismo defendida por Luis Alberto Sánchez contra la del bicameralismo sostenida por Víctor Andrés Belaunde. Ambas tendencias proponían, empero, la funcionalización del Parlamento. Es decir, que representantes de los diversos sectores de la producción y de la cultura se constituyeran en cámaras. Se propuso para 1939 el Senado funcional; desgraciadamente no se instaló.

Y así el bicameralismo que hemos vivido ha sido, con unas variantes a partir de 1979, el de dos cámaras mellizas, elegidas por el voto popular. Por eso reclamo el Senado funcional. En Irlanda, por ejemplo, los cuarenta y tres escaños senatoriales son repartidos así: once para agricultura y pesca; once, para los trabajadores asalariados; nueve, industria y comercio; siete, administración; cinco, cultura nacional, literatura, bellas artes, profesiones jurídicas y médicas.

Nosotros debemos agregar al sindicalismo (CTP, CGTP), a representantes del capital nacional y extranjero, de las Fuerzas Armadas. Así que no es una idea lucubrada estrambóticamente.

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